Todos sabemos qué es la empatía. Cuando lo preguntamos, las respuesta suelen ser rápidas e invariables: ponerse en el lugar o en los zapatos del otro. Una respuesta tan aprendida, como repetida. Y solemos quedarnos con ese concepto, sin ir mucho más allá.
En este posteo tengo la intención de profundizar en la empatía. Y el desafío no está en entenderlo, sino que bajarlo a la vivencia. Porque la empatía, además de ser una emoción, es una habilidad. De eso vamos a hablar.
¿Haz vivido alguna conversación, o circunstancia, donde sentiste que no hubo empatía hacia ti? Alguna situación que haya sido crucial… ¿Cómo te sentiste? ¿Qué emociones y pensamientos te surgieron?
La no empatía la hemos vivido todos. Sabemos que sus efectos pueden ser múltiples: debilita la relación, aparecen conversaciones poco fértiles, la falta de escucha, emociones que obstaculizan el entendimiento, disminuye la apertura hacia el otro, etc.
Ahora vamos a pararnos del otro lado: ¿cuándo te cuesta ser empático/a?
Seguro que hemos sentido empatía de forma natural y espontánea. La empatía es una habilidad humana, que forma parte de las habilidades sociales, pero no siempre la tenemos “a mano”.
Suele pasar cuando no compartimos la manera de pensar del otro, o hay desconfianza, o tenemos miedo a que nuestro interlocutor nos vea débiles y se aproveche…
Por el contrario, la empatía se suele despertar cuando el otro pasa por una situación similar a la que vivimos nosotros; o cuando relata situaciones que conllevan valores esenciales para nosotros que fueron vulnerados… Es decir, cuando se comparten valores o las ideas expresadas son afines a las propias.
Identificar cuándo no soy empático me ayuda a desarrollar la empatía.
La empatía como habilidad:
¿Por qué tengo que desarrollar la habilidad como empatía, si no la siento emocionalmente?
Porque es una poderosa herramienta para la cooperación y para la mejora de las relaciones. En cualquier ámbito: familiar, pareja, laboral.
La empatía te permite tejer puentes con la otra persona y desde allí lograr acuerdos.
Voy a distinguir dos niveles de empatía:
La empatía como emoción. Inmediatamente sentís que sentís como la otra persona. Es espontánea. Está dentro de tu mundo interpretativo y conectás inmediatamente con ella.
La empatía cognitiva. Surge a partir de una mirada sistémica que te permite entender la manera en la que la otra persona ha vivido y sentido una determinada situación. Es salirte de ti e ir a la compresión del mundo interpretativo del otro. Requiere madurez emocional y mirada ampliada.
La empatía cognitiva genuina es la llave cuando necesito coordinar, negociar y llegar a un acuerdo con esa persona. Se convierte en el puente entre los dos mundos: el del otro y el mío. En la conversación necesito que la persona se sienta entendido sin juicios de mi parte sobre lo expresado por ella. Solo cuando esto ocurre, la otra persona va a estar en mejores condiciones e internamente más dispuesta a entenderme. A partir de allí es que tenemos más posibilidades de llevar el asunto a mejor puerto, ya sea un acuerdo o una coordinación.
El proceso sería el siguiente:
1. Generar confianza inicial: me preparo para conversar con apertura hacia al otro; busco y genero el ambiente necesario para que el otro también lo haga.
Entender: aquí aplico la empatía cognitiva y la escucha en profundidad; no solo entiendo su mirada del tema sino las emociones que le trae. La observación del lenguaje corporal es fundamental. También lo es devolver la escucha sin agregados de mi parte. Si hay un pedido o reclamo, entenderlo y expresar lo que voy a hacer.
2. Ser entendido: acá viene mi parte. Lo que necesito. Que también conlleva un pedido, expresado en positivo y constructivamente.
3. ¿Tenemos un acuerdo? A qué llegamos con esta conversación es importante. Es importante repasar los acuerdos, buscando el libre compromiso de las partes.
4. ¿Ampliaste la idea sobre la empatía? La empatía se vuelve crucial en nuestras relaciones significativas, en el liderazgo, en la coordinación con pares, con jefes y con clientes.
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